Radiadores

 La calefacción caldea la casa mediante una caldera de gasóleo, gas, leña, biomasa, que calienta agua que circula por tuberías que conectan radiadores adecuadamente repartidos. Estos dispositivos son intercambiadores de calor concebidos para elevar la temperatura de una estancia. Una bomba de circulación impulsa el agua caliente procedente de la caldera hacia estos aparatos.

Cuando se inventaron los radiadores se suponía que el calor se intercambiaba por radiación (propagación de energía en forma de ondas electromagnéticas o partículas subatómicas), de ahí la palabra. Pero este fenómeno, a grandes rasgos, solamente es cierto en los casos en los que la temperatura superficial supera los 70º C. Hoy, bien es verdad que la mayor parte del tiempo el calor se intercambia por convección, ya que debido a la generalización de los sistemas de regulación los radiadores no suelen alcanzar tanta temperatura.

Aunque a veces se utilicen como sinónimos, un radiador y una estufa se diferencian en que en el primero no existe producción de energía, mientras que en la segunda sí. El radiador únicamente disipa el calor que le llega de las tuberías por las que circula agua previamente calentada en una caldera, tal y como se ha dicho, que no tiene por qué estar situada próxima al lugar.

Los radiadores precisan pequeñas labores de mantenimiento que básicamente consisten en un purgado periódico. Mediante esta tarea se vacía el aire que haya podido entrar en la red de tubos y que podría impedir o dificultar la entrada de agua caliente a los elementos que conforman el circuito. Cuando el aire se elimina, el nivel de agua sube y el radiador vuelve a funcionar perfectamente.

Por otro lado, los nuevos modelos han adoptado criterios funcionales y estéticos que los convierten en una pieza más de la decoración. El aluminio, el acero inoxidable y el hierro fundido son los materiales más utilizados en la fabricación de estos aparatos. Por lo demás, para que los radiadores se mantengan en buen estado sólo es necesario limpiarlos con frecuencia para impedir que el polvo y la grasa se acumulen sobre ellos.

Estos sistemas de calefacción se encuentran entre los más empleados. Suelen alimentarse con gasóleo para calefacción, propano o gas natural. Cualquiera de las tres modalidades se caracteriza por su comodidad. Una vez hecha la instalación, en el caso del gas, bien sea natural o propano, esta energía puede ser utilizada tanto como calefacción como para la producción de agua caliente, así como para los fuegos de la cocina y el horno.

Entre las ventajas que representa la calefacción con radiadores destaca que permite una fácil regulación del calor mediante la instalación de uno o varios termostatos. Además, ofrece un calor saludable, máxime si se compara con sistemas de aire, poco aconsejables para las personas con problemas alérgicos o respiratorios.

 

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